El tiempo se complica. Una densa niebla cubre parte de los rascacielos y merma nuestras ganas de ir a la Estatua de la Libertad ya que poco se va a ver desde ella. Empezamos nuestra visita al Lower Manhattan o su parte más sur. Desde el Ayuntamiento, caminamos a la Zona Cero. Si dejamos a parte los sentimentalismos bien podrían ser las obras de la M-30 pero te acuerdas de lo que pasó en aquel solar infestado de excavadoras y obreros, te acuerdas de las noticias a la hora de comer del 11 de septiembre, de la gente que se lanzaba desde las ventanas, de las torres cayendo y se te hace un nudo en la garganta. El entorno ayuda a esa sensación. Hay flores enganchadas en la valla que rodea el solar, fotos de las torres saliendo por encima de las nubes, policias llorosos y te das cuenta que algún turista (fundamentalmente americano) contiene a duras penas las lágrimas.
Llegamos a Battery Park que ocupa la punta sur de Manhattan. Desde allí salen los ferrys que van a la Estatua de la Libertad y a pesar de que el clima no ayude, hay una cola descomunal esperando. Nos encaminamos hacia el Distrito Financiero, dando un abrazo al pedazo toro que marca el inicio de este distrito, nos metemos en Wall Street. La iglesia de la Trinidad marca el inicio de la citada calle que resulta estrecha y de un trazado irregular por lo que la famosa Bolsa, se abre paso a duras penas entre los demás edificios, entre los turistas y los trabajadores de la zona. Nos encaminamos hacia el antiguo puerto de Nueva York, el South Street Seaport. Poco queda de uno de los puertos mas importantes del siglo XIX, pero desde él se obtienen unas vistas imprescindibles del Puente de Brooklyn y de los veleros antiguos que destacan sobre los altos edificios del Distrito Financiero.
El camino que emprendimos hacia Chinatown no fue muy recomendable, supongo que es mejor hacérselo en autobus o metro pero bueno, a lo hecho pecho. Chinatown, el barrio chino por excelencia crece cada día más quitándole espacio a Little Italy, su vecina. Los carteles luminosos en chino, los restaurantes, las tiendas de todo a cien te envuelven. Es un buen sitio para comprar recuerdos y alguna imitación.
El SoHo, la zona bohemia por excelencia nos enseña sus fachadas de hierro colado, las escaleras de emergencia flotantes, las salas de arte, la gente excentrica... una zona muy curiosa que merece la visita, sobre todo la calle Greene Street. De allí al Greenwich Village (aquí conocido como el Village) con la Universidad de Nueva York, sus peculiares estudiantes, las calles llenas de cafes (nos metimos para el cuerpo una estupenda tarta de queso, el New York cheesecake de toda la vida) y la zona residencial con casas bajas y patios ajardinados entre ellas.
Y de vuelta a nuestra ruidosa zona. El Empire State nos despide de Nueva York con luces fantasmagóricas contra la niebla.
Llegamos a Battery Park que ocupa la punta sur de Manhattan. Desde allí salen los ferrys que van a la Estatua de la Libertad y a pesar de que el clima no ayude, hay una cola descomunal esperando. Nos encaminamos hacia el Distrito Financiero, dando un abrazo al pedazo toro que marca el inicio de este distrito, nos metemos en Wall Street. La iglesia de la Trinidad marca el inicio de la citada calle que resulta estrecha y de un trazado irregular por lo que la famosa Bolsa, se abre paso a duras penas entre los demás edificios, entre los turistas y los trabajadores de la zona. Nos encaminamos hacia el antiguo puerto de Nueva York, el South Street Seaport. Poco queda de uno de los puertos mas importantes del siglo XIX, pero desde él se obtienen unas vistas imprescindibles del Puente de Brooklyn y de los veleros antiguos que destacan sobre los altos edificios del Distrito Financiero.
El camino que emprendimos hacia Chinatown no fue muy recomendable, supongo que es mejor hacérselo en autobus o metro pero bueno, a lo hecho pecho. Chinatown, el barrio chino por excelencia crece cada día más quitándole espacio a Little Italy, su vecina. Los carteles luminosos en chino, los restaurantes, las tiendas de todo a cien te envuelven. Es un buen sitio para comprar recuerdos y alguna imitación.
El SoHo, la zona bohemia por excelencia nos enseña sus fachadas de hierro colado, las escaleras de emergencia flotantes, las salas de arte, la gente excentrica... una zona muy curiosa que merece la visita, sobre todo la calle Greene Street. De allí al Greenwich Village (aquí conocido como el Village) con la Universidad de Nueva York, sus peculiares estudiantes, las calles llenas de cafes (nos metimos para el cuerpo una estupenda tarta de queso, el New York cheesecake de toda la vida) y la zona residencial con casas bajas y patios ajardinados entre ellas.
Y de vuelta a nuestra ruidosa zona. El Empire State nos despide de Nueva York con luces fantasmagóricas contra la niebla.
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